Le Vénérable Père Marie-Antoine de Lavaur, capucin, appelé Le Saint de Toulouse (1825-1907)
  
 
 
 
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5. Poemas al Cielo




Poemas al Cielo del P. Marie-Antoine


¡El Cielo! ¡El Cielo!

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Yo soy un extranjero sobre esta tierra, ¡en otra parte está mi Patria, en otra parte está mi tesoro!

¡El Cielo! ¡El Cielo!
Allí están los que amor y que me esperan.
Allí donde está mi tesoro, allí está mi corazón.
¡Ah! ¡Quién me dará alas para volar a los cielos!
¡Oh mi Madre del Cielo, llévame a mi Padre del Cielo!
¡Oh Ángeles del Cielo! ¡Oh Santos del Cielo!
¡Cuándo podré amar con vosotros y cantar
el Cántico del eterno amor!




¡Oh Cruz de Jerusalén!

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¡Oh Cruz de Jerusalén, qué bella eres sobre esta montaña!
Yo te saludo, Cruz de Jerusalén toda perfumada del perfume del Calvario,
toda impregnada de la sangre de Cristo, toda impregnada del sudor y de las lágrimas de amor
de nuestros peregrinos que te han llevado triunfal en las calles de Jerusalén.
¡Qué grande eres, oh bella Cruz! ¡Sí, tú eres tan grande como bella,
tú hundes con los mártires tus raíces en el fondo de los abismos,
y con ellos elevas tu cabeza por encima de los astros de los cielos,
y desde lo alto de esta montaña tus grandes brazos abrazan al mundo!

("Le P. Marie-Antoine Orateur", homélie à Lourdes)




De la nada tú has creado al mundo


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Señor, tú buscas la nada para obrar tus maravillas.
Cuando tú creaste al mundo, lo fundaste sobre la nada.
Cuando lo rescataste, te has hecho tú mismo nada.
Y ahora que quieres regenerarlo, te sirves aún de la nada.
¿Qué son en efecto los pequeños pastores de La Salette,
nuestra Germaine de Pibrac o la pequeña Bernadette de Lourdes?
¡Así el hombre es confundido en su orgullo, así Satán es aplastado,
y tú eres el único glorioso y exaltado por los siglos de los siglos!

("Le Lis Immaculé")





A san Antonio de Padua

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Oh gran Santo, tres flores bellas entre todas
se han abierto en tu alma seráfica:
la rosa del divino amor, el bello lirio de la angélica pureza, y la adorable violeta
de la santa humildad.
¡Oh las encantadoras flores! ¡Qué encanto! ¡Qué deliciosos perfumes!
En medio de estas tres flores, vengo a poner hoy una flor nueva,
Aquella que tú mismo haz hecho abrir en mi corazón,
conquistándolo.
Ella tiene un nombre bello entre todos los nombres, el nombre más caro a la amistad: el pensamiento.
¡Oh querida florcita! ¡Quiero que mi plegaria lleve tu nombre!
La he escrito, oh gran santo, para que tu pensamiento esté en todos los corazones.
¡He dejado a tus pies este pequeño ramo, para que lo bendigas!
Que mis pequeñas flores siempre bien abiertas te digan
que mi corazón piensa siempre en ti
y cuán grande es el gozo de cantar tus glorias
y las del divino Esposo de quien tú recibes las caricias. Amén.





¡Oh dichosa…

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¡Oh dichosa el alma que llega a esta muerte, a este desapego absoluto, a esta simplicidad en el amor!
He aquí vuestra vocación, y es en esta muerte y en esta vida donde Dos os quiere.
Entonces, nada de prisa… jamás preocupaciones por los detalles y las cosas sensibles.
Toda vuestra vida debe pasarse en la visita de corazón a corazón con Jesús,
en la tranquilidad del alma, en el silencio y el recogimiento interior que exige esta visita.
Apartaos entonces con horror de la tentación, y, por el corazón, echad una mirada de amor sobre Jesús crucificado.
¡He allí el amor!




Mis grandes intercesores

  
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Mi Madre Inmaculada, conmigo lo pide,
viniendo, de mis votos, a presentarte la ofrenda:
El tan grande san José, tan poderoso sobre tu corazón,
viene a implorar, para mí, este insigne favor.
¡Cómo rechazar, tú, tan lleno de ternura,
al tan pío guardián de tu santa juventud!
Mi padre san Francisco, que me tomó en la cuna,
quiere llevarme al cielo, en el buen día de la tumba.
Antonio de Padua es también mi dulce hermano,
él viene a suplicarte que escuches mi oración.
¡Ábreme entonces tus brazos, recíbeme en tu corazón!
¡Y ponme, Jesús, en la morada de la felicidad!





¡Jesús! ¡El Amor! ¡El Cielo!


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¡Qué gozo, Jesús, de cantar tus bondades!
¡De amar tu divino Corazón, de decir sus bondades!
¡Oh dulce y santo amor, tú consuelas mi vida!
¡Tú serás mi gozo en la santa Patria!
Compartiendo vuestros ardores, o ardientes serafines,
sumergido en vuestros esplendores, luminosos querubines,
en los brazos de María y sobre su corazón de Madre,
alimentándome de amor, ¡allí veré a Dios, mi Padre!
Allí cantaré su gloria y diré sus beneficios,
recomenzando siempre, no acabando jamás.
¡Oh hermoso Cielo, yo lo veo! ¡Allí vivo con mi corazón,
ardiendo de deseo de la eterna felicidad!





La marcha del peregrino


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¡Bendita la Vía de la paz!
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, él ha visitado y salvado a su pueblo.
Él ha elevado el signo de la salvación en la casa de David,
como lo había anunciado por la boca de los Profetas,
Él nos liberará de todos nuestros enemigos y nos pondrá a salvo de su furor.
Él hizo misericordia a nuestros padres, él hará también misericordia a sus hijos.
Él lo prometió a Abraham, él nos enviará la salvación.
Entonces, liberados de todos los peligros, podremos servirlo sin temor.
Nosotros pasaremos nuestros días en la santidad y la justicia.
Señor, sé nuestra luz en las tinieblas
y dirige todos nuestros pasos en el camino de la paz.

("Le Pieux Pèlerin")




Mi Crucifijo


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Lo llevo a todas partes, lo prefiero a todo.

Mi crucifijo
cuando caigo, él me levanta,
cuando tiemblo, él me protege,
cuando sufro, él me sana,
cuando lloro, él me sonríe.

Mi crucifijo
es el sol que me ilumina,
la fuente que sacia mi sed,
el alimento que me nutre
y la belleza que me arrebata.

Mi crucifijo
es el asilo donde reposo;
de él brota el agua que me riega,
la sangre que rejuvenece
y el nectar que refresca.

¡Oh mi querido crucifijo!
Sostenme en mi debilidad,
socórreme en mi desgracia,
consuélame en la agonía
y llévame a la Patria.

("Petit Trésor de l’âme pieuse")


          

La vida en el convento después de la expulsión (1903)
Pequeño poema íntimo en seis pequeños cantos


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1. Jesús es el centro de nuestra vida

En este gran convento, no somos más que tres
de nuestra Orden tan santa guardando las dulces leyes,
con nosotros vive Jesús. Y su santo Tabernáculo
es nuestro Paraíso… Allí, escucho este oráculo:
“Aprended todos de mí que soy humilde y manso”.
No hay más grande felicidad que la de estar a sus rodillas.
Cuando nos alejamos, nuestro corazón permanece allí
y para volver, no vemos la hora.
Allí ardiente, cada día, con un nuevo ardor,
de los crímenes de los malvados consolamos su Corazón.
Enseguida, recogido, cada uno hace su oficio,
aceptando por Jesús trabajo y sacrificio,
las manos siempre a la obra, y los ojos siempre hacia el cielo,
el corazón siempre gozoso y siempre en vela.


2. Mi pluma es mi espada


Mi boca se calla, mi pluma es mi espada
muy rápida siempre, siempre afilada.
No pudiendo predicar más, combato al enemigo,
siempre la pluma en mano, sin descanso ni merci.
Si cuento mis años, estoy en la vejez
pero por el oído y el ojo, estoy en la juventud.
Más crece el peligro, más crece mi vigor
y vuelo al combate sin reproche y sin miedo.


3. La cocina


Ruffin guarda la puerta, Hubert cocina,
cocina sin aliñar, sin guisar: berenjena,
ajo, repollo, judías, tienen sobre todo su favor,
pero la papa tiene el lugar de honor.
El jardín, con largueza nos da para compartir
lo que Noé comía antes del gran naufragio.


4. La puerta


El pobre a nuestra puerta es siempre acogido:
La señora mayor y el señor muy mayor también.
A los pobres tan queridos, Ruffin da la sopa,
de los otros, la grandeza, él ve a la lupa.
Él los cree a todos marqueses, a todos rinde honor
y los enriquece a todos con los tesoros de su corazón.


5. Nuestro aliboron*


¡Cómo podré yo olvidarte, bestia de largas orejas
tan largas como jamás se han visto parecidas!
¡Qué servicio rindes a mí, pobre cojo!
¡También qué comida, cuando me has llevado bien!
Cuando gracias a ti, he podido llegarme a la capilla,
¡verdadera perla de Lavaur, tan piadosa y tan bella!
Cuando gracias a ti he podido visitar a mis moribundos
y acercar a Dios a mis pecadores arrepentidos…


6. Conclusión


Vosotros la veis, de Dios la dulce Providencia,
velando sobre sus hijos, dándonos la abundancia.
No nos compadezcamos, compadezcamos a quienes el exilio
ha por todas partes dispersado y puesto en gran peligro.
¡Que ellos vuelvan pronto bajo tus alas, oh María!
Para cantar con nosotros los gozos de la Patria.


*Aliboron: Del filósofo árabe conocido en la Edad Media bajo el nombre de Maestro Aliboron. Empleado para significar al hombre ignorante que se cree bueno para todo.
El nombre que da La Fontaine al asno, y es en efecto el nombre que fue dado al asno que transportaba al P. Marie-Antoine en su pintoresco cochecito
cuando sus pies estuvieron en dificultades para asegurar ese servicio.



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¡Gloria a Dios!


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¡Gloria a Dios admirable en sus santos!
¡Gloria a Dios que gobierna todas las cosas con fuerza y suavidad!
Gloria al Altísimo por los siglos de los siglos. Amén.

("La Sainte Amitié")




Credo! ¡Yo Creo! Spero! ¡Yo espero! Amo! ¡Yo amo!

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Yo creo, oh Jesús, que tú, el Hijo del Eterno, te has hecho Hijo de María para darnos la vida. Credo! Mil voces lo cantarán en Belén.
Yo creo, oh Jesús, que tú, el Dios inmortal, has muerto para liberarnos de la muerte. Credo! Mil voces lo cantarán sobre el Calvario.


Spero! ¡Yo espero!

Yo espero, oh Jesús, que tú salvarás a Francia, que tú harás triunfar a la Iglesia.
Spero!
Mile voces lo cantarán sobre esta colina donde tú dijiste: ¡Oh Jerusalén!
¡Yo te habría salvado si, como los pollitos bajo el ala de la gallina, hubieras venido a mi corazón!
Mil voces lo cantarán sobre esta colina donde dijiste a la Iglesia entera reunida a tu alrededor: Yo voy al cielo, pero me quedo contigo.
¡Yo he vencido al mundo!
¡Tú vencerás al mundo! Spero! Spero!


Amo, yo amo

¡Yo amo a Jesús en Belén, donde él me amó!
¡Yo amo a Jesús en Nazaret, donde él me amó!
¡Yo amo a Jesús en Jerusalén, donde él me amó!
¡Yo amo a Jesús en el Cenáculo, donde él me amó!
¡Yo amo a Jesús en el Jardín de la agonía, donde él me amó!
¡Yo amo a Jesús en el Pretorio de la flagelación, donde él me amó!
¡Yo amo a Jesús en el Pretorio de la coronación de espinas, donde él me amó!
¡Yo amo a Jesús en el camino al Calvario, donde él me amó!
¡Yo amo a Jesús en el Calvario, donde él me amó!
¡Yo amo a Jesús en la piedra del sepulcro, donde él me amó!
¡Yo amo a Jesús en la montaña de los Olivos, donde él me amó, donde él me bendijo,
Y donde él me hizo decir por un ángel: “Aquel que está en el cielo te ama siempre,
y volverá pronto del cielo para tomar a todos los elegidos  de la tierra
y hacerlos cantar con los ángeles y los santosé".


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